29.12.09

Cuestión de limpieza

Si en la mesa y en el juego se conoce al caballero, al ornitólogo se le conoce a menudo por el estado de su óptica. No me refiero a las gafas, pero también. Para quienes nos pasamos el poco tiempo que tenemos libre mirando aves, los prismáticos, el telescopio y la cámara digital son como prótesis de las que resulta verdaderamente doloroso separarnos cuando la jornada de campo ha llegado a su fin.

Conozco ornitólogos que, cuando llegan a su casa, limpian esas herramientas con el mismo esmero con que algunos propietarios de automóviles repasan una y otra vez, domingo tras domingo, el brillante cuerpo de sus idolatrados vehículos. No parecen nunca conformes con el aseo de sus lentes, y cuando se cruzan contigo por el campo y descubren una mota de polvo posada en tu ocular te reprochan tu escasa higiene. Si te descuidas, en un instante te limpian de arriba abajo la óptica. Y aunque sabes que lo han hecho por puro vicio, no te queda otra que agradecérselo con elegante hipocresía.

También conozco a otros que dan a sus telescopios una vida tortuosa y breve, plagada de sobresaltos y con un espantoso final, y en cuyos prismáticos Sherlock Holmes hallaría infinidad de indicios en forma de manchas de grasa, migas incrustadas, extraños aromas, o profundas ralladuras. A veces, al coincidir con ellos, te piden que les dejes usar los tuyos, por probarlos. “¡Ah, qué pasada! ¡Qué bien se ve!”, exclaman entonces, mientras tú sólo puedes mirar la roña de sus dedos y el oscuro humus que guardan bajo sus uñas. Entonces ruegas que no te inviten a probar los suyos, ante el temor de adquirir cualquier misterioso parásito alojado en sus oculares. Y cuando te devuelven los tuyos, los limpias a hurtadillas a la primera ocasión.

Pero, ¿cómo se limpian las lentes de prismáticos y telescopios? Si eres de esos que no dudan en mostrar su barriga a otros ornitólogos subiéndote los bajos de la camiseta a la altura de los prismáticos para limpiarlos tras escupir en ellos, debes saber que no es una buena idea. Por un lado, hay mucha gente fácilmente impresionable, que ya nunca te recordará de otra manera. Por otro, las camisetas pueden rayar las lentes. Este señor nos explica amablemente cómo hacerlo sin perder tanto la compostura:

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